lunes, 17 de octubre de 2011

Constante... mente.


I


Los pies toscos y agravados por el andar siempre me han resultado ligeros. El constante andar por lugares desconocidos, más por aventura que por lucidez del rumbo encausado, me es sano, generoso y en ocasiones, hasta aterrador, pero siempre como un acto puro de libertad incontrolable, así, como debe ser la libertad. Confusa e irrepetible. Muchas ocasiones, llena de inmundicia y maravilla que desazona las buenas conciencias. Esas que están atadas a lo rutinario y sofocante. Aquellas que se sorprenden con pequeñeces y adoran sólo lo que puede ser lo bastamente igual. Unitario.


II


Los pasos generalmente me suelen confundir. Mis pasos. Me confundo fácilmente. Con lo bueno y con lo malo, pero ¿quién podrá definirlo correctamente? Yo no tengo ni la menor idea de a donde voy, o como resultará aquello de vivir. Ciertamente, todos improvisamos en ello. Y cada vez que lo pienso, me viene a la memoria el título de aquella película, junto con aquella vida tan lejana de lo que sucedió apenas ayer. “Dirty, pretty things”. Así, te veo desde el suelo, a ras de huella…


III


Con la ligereza del andar no se pierde el tiempo, más no así con el cuerpo que, ya no se mueve tan fácilmente como la mente. En ocasiones pierdo la cabeza y la mente juega trucos muy trollescos y, todo se me va en maldecir. ¡Demonios!


IV


La vida otra vez, y yo, sin saber que decir. Sólo andar sin rumbo fijo, es demasiada libertad. Con la seguridad de no saber a donde ir, con tanto temor, con tanto sin-saber, con tan pocas ataduras que dan mucha imprecisión. Generalmente con el viento en contra. Resulta más una necedad. Sin embargo, seguir, quizá buscando, tampoco lo sé. El andar de mano de la libertad es un menester bastante solitario, encausado generalmente a la demencia. Es un oficio. Es una niñería.


V


Los agravados y toscos pasos siempre dejan suciedad en las suelas. “Es señal de que estamos avanzando…” y en los pies no se desarrolla musculo, como tampoco en la cecera. Pero tiene una inmedible habilidad de hacerme viajar, dudar y volver. La duda es y será siempre una constante. Como en el perpetuo andar en medio de la nada. Andar. Andando. La libertad es tanto, más de lo que uno puede controlar, tan basto como el temor de la humanidad. Los pasos no me cansan tanto como la incertidumbre de seguir, ó las declaratorias nefastas de la supuesta intelectualidad. (…) En los pies, sólo se desarrollan callos.


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