domingo, 31 de octubre de 2010

Flama

Una pila de libros yacen sobre la diminuta mesa arrinconada contra un maltrecho sillón. El colibri de vidrio tintinea con la fuerza del viento; canta y estremese los huecos sin luz de una habitación de 5 por 8 metros.
La puerta entreabierta filtra el frío aliento invernal por las azoteas del centro de la ciudad, los gatos observan pasar e tiempo desde la ventana sin cristal. Entran y salen, se detienen. El viento se revuelve entre los papeles sueltos sobre el piso, las notas borrosas recuerdan apuntes de anecdotas indiscretas, de traslados y viejes ahora inertes, de vuelos en cielos despejados que pueden no volver, la noche cobija con celo.