domingo, 18 de octubre de 2009

Yendo...

Hay ocasiones en que no logró ver más allá.

Hoy no sale más el sol, y parece que el tiempo se detiene, tal vez es sólo una pequeña nube que vive sobre mi cabeza. No lo sé.

Mi cuerpo (fragíl) siempre se detiene ante los aparadores que muestran un leve reflejo de lo que posiblemente soy, no lo puedo tocar, tal vez siquiera existe. Hay más gente que igual se detiene y mira, por largo rato, luego, nuevamente caminan, ¿verán ellos también su reflejo?

Mi calzado ya no calza. Mis zuelas vuelan por las calles que transpiran por las alcantarillas aromas calidos que me huelen al huir por los huecos fríos de la ciudad. La piel se me escurre entre mezclilla rigida y opaca, como las miradas se me desbordan por donde sea que suene mi andar, mi canto tíbio o mi silbar.

Hace tiempo que camino por estas calles, sin embargo, no conozco a bien la ciudad.

Los murmullos del viento se han convertido en alaridos, se desplazan tan rápido como lo desean. Antes me daba gusto cuando susurraba secretos de la vida en mis oidos y resguardaba su conociemiento alrededor de mi cuello, salvandole de las inclemencias del calor. Ahora parece que el viento se molesto conmigo y arrebatadamente me golpea y penetra en mi pequeño ser calambrando, estremeciendome, fustigandome hasta palidecer, siento frío.

A veces me confundo, el cansancio, el dolor, el hambre, es difícil distinguir.

Ya no sé si es tarde, no me importa a decir verdad, pero cada vez más palice el día y se complica ver un poco más allá. El metro siempre es cálido aunque la gente ahí paresca no vivir más. Hay ocasiones en que les tengo miedo, pues no se mueven y van siempre viendo como al infinito hasta llegar al lugar en que tienen que bajar. Pero también me dan risa, son tan raros.

No, no es como caminar, es como cerrar los ojos y al abrirlos ya estas en otro lugar. Tan lejos o, tan cerca, que chistoso. Casi no me subo, porque luego no me dejan entrar, pero, es que..., me gusta más caminar. Camino con pasos invibles para que nadie pueda seguirme, siempre, por cualquier calle, aunque no conozco la ciudad, no me importa, a mi me gusta. Me lleva la corriente a todas partes.

Camino, aunque no tenga a donde ir, aunque las calles sufran, el día rece, la noche cante y tintinee, el cielo llore, el viento grite y yo me canse. No importa que las cosas se parescan, nunca son las mismas y quiero conocerlas. Por eso ando, tanto y tanto, rara vez llegando, pero siempre yendo.