domingo, 31 de octubre de 2010

Flama

Una pila de libros yacen sobre la diminuta mesa arrinconada contra un maltrecho sillón. El colibri de vidrio tintinea con la fuerza del viento; canta y estremese los huecos sin luz de una habitación de 5 por 8 metros.
La puerta entreabierta filtra el frío aliento invernal por las azoteas del centro de la ciudad, los gatos observan pasar e tiempo desde la ventana sin cristal. Entran y salen, se detienen. El viento se revuelve entre los papeles sueltos sobre el piso, las notas borrosas recuerdan apuntes de anecdotas indiscretas, de traslados y viejes ahora inertes, de vuelos en cielos despejados que pueden no volver, la noche cobija con celo.

sábado, 11 de septiembre de 2010

VIVAN LOS HEROES QUE NOS DIERON PATRIA...

Dos veces cien, el Bicentenario, aún por cumplirse. Cuando pienso en ello, pienso tanto, aunque no tan seguido: Independencia y Revolución; Patria y Libertad; Tierra y Libertad; “La Bola”; Sufragio Efectivo, No Reelección; traición, campesinos, lucha obrera; corporativización, constitución, reconstrucción, institucionalización, consolidación. “México lindo y querido”.

2010, el año del pretexto. Los festejos nos remiten a conocimiento de causas y movimientos armados. La historia se cuenta, cuantiosa, todos los días por la noche casi en todos los canales de nuestra televisión abierta. Es “La celebración de nuestra identidad” y no puede ser excluyente. Aunque sean pocos los interesados en conocer más sobre aquella historia narrada y trasmitida en alta definición con horario estelar. La historia, sacudida y desempolvada se discute y analiza con hazañosa habilidad escudriñadora por los especialistas, quienes comentan convergentes sobre hechos pasados como si fuera materia en constante cambio. Recordemos pues, la historia, es escrita por los historiadores.

Los rostros cachetones de los personajes relevantes de nuestra historia como nación independiente inundan en pendones, carteles, revistas, volantes, banderillas y demás, las principales calles de nuestra ciudad. Aquellos semblantes solemnes incursionan en nuevos diseños digitales siendo rejuvenecidos, mientras los carteles muestran frases llamativas, instando a las celebraciones nacionales, fiestas patrias adelantadas. Este año, todo el año, para celebrar la historia de México.

No debemos preocuparnos por la crisis económica, el desempleo, la inseguridad, la violencia relacionada al narcotráfico, las políticas públicas mediocres, el desarrollo social sesgado, la educación pública estancada, la desigualdad y marginación social o los interminables, así como inclasificables conflictos políticos. Eso no debe llamar nuestra atención mientras tengamos héroes para aventar pa’rriba y ver como se suspenden el en aire, como si fueran trocitos de papel de colores. Siempre entretenidos de forma mediatizada con la historia oficial de una nación virtualmente inexistente.

En el largo camino de los doscientos años, no sólo perdimos lo motivos para celebrar, también las causas. Los héroes no nos ajustan, por lo ajenos e idealizados como nos son presentados. Nos han despojado de los hombres y nada más dejaron los estándares estilizados con frases rimbombantes, al parecer, ya sin sentido. Las palabras nos suenan huecas, igual suenan los estómagos en los rincones más recónditos de esta achaparrado país, de nuestra insufrible ciudad. La celebración del Bicentenario no invita al ensalzamiento de nuestra historia, pero si al olvido de nuestro presente; ahí donde sobreviven los hijos bastardos de la independencia y la revolución, un México terregoso y hostil. Desenvolviéndose en un campo desnutrido, entre ciudades perdidas y arrabales. Las minorías, sardónicamente siempre son mayoría y se desenvuelven al ras del suelo. Son (somos) marginados y disidentes. Puros parias. Todos apocalípticos.

De ésta forma, el México de cada uno de nosotros es inigualablemente distinto, así como cada uno de sus habitantes. Posiblemente la celebración del Bicentenario sea necesaria para el reconocimiento del país como nuestro; de nosotros, como la conjugación de una nación libre y soberana; de todo lo conocido como parte de este país, nuestro hogar, como logro inexorable a los actos de los héroes nacionales. Finalmente, hay quienes celebraran el trascurso de otros cien años, pero sin un nuevo movimiento social armado. Porque en México no existen los villanos, sólo héroes, nuestros héroes nacionales.

jueves, 29 de julio de 2010

Mi adicción...

He caido sin pensar
en la nota roja de tus pasos,
en el ruido frío de tus labios
que despiertan al pesar de
las dudas de los dos.

Tengo el aliento cansado,
de besar los tersos lirios
en opacos charcos de delirios
del cuerpo de alcohol cortado.
Sin embargo pesa el sueño
en los brazos del olvido,
del fuego seco del suicidio
en todo lo que me recuerda
lo que nunca sucedio.

Ruedo una y otra vez
en el quebrando de tus pensamientos
rompiendo con odio el silencio
que constantemente guardo en mi palidez.

Y me levanto,
lo intento sin escarmiento
del fetido odio de tus sentimientos
medidos con profundo desdén.
Ahogado en el rencor del amor que siento
contra la costumbre de tu adictivo ser.
Es todo lo que a ti arrastra,
con sentimientos de pederesta
[ante la incetidumbre de ser descubierto]
con morbidos movimientos
que obligan de nuevo a caer.

jueves, 3 de junio de 2010

Desiertos

Imagina una imagen borrosa, o, puedes entrecerrar los ojos y tratar de verlo todo borroso. Primero las manos, los pies, el suelo, otras personas, quizás los coches que pasan rapidisimo por las avenidas. Tal vez las aves y los perros. No sé, lo que quieras ver. Aunque resulta mejor si lo imaginas, todo como sin forma.
Por un momento puedes sentir la sensación de qué lo que es, no es en realidad lo qué parece, probablemente ni siquiera exista. Mejor aún, que tu mismo no estes y como estas borroso no sabes quien eres en realidad. No importa que nadie te vea, todo parte desde tu pespectiva.
Es una buena pregunta, ¿si lo imagino todo borroso en verdad lo es?, ¿dejará de existir? Bueno, no sé.
Puede verse desde diferentes angulos. Por el momento no existe porque está borroso y como no podemos distinguir entre lo que es y lo que no es, pues no existe, lo estamos imaginando, es mera creación de nuestra mente. Si tocamos los objetos imaginarios podemos sentirlos porque nuestra mente nos esta ordenando que sientamos aún cuando no haya nada en nuestras manos. No, no, es sólo un juego, estamos imaginando.
mmmmmmmmmm.
Pero, entonces como se que lo que soy y veo es en reaidad lo que es. Como podremos distinguir entre las señales que emite nuestro cerebro para que creamos que aquello que nos sucede en realidad esta pasando. Bueno, si es imaginado, como distinguir entre lo imaginado por mi imaginacción y lo que se supone es real aún cuando no se de donde salieron todos esos nombres que siquiera puedo conocer por completo. ¿Cómo saber que una cosas es una cosa y no un objeto? En realidad ¿qué quieren decir esas palabras?, ¿De dónde salieron? ¿Dónde estoy?

...

Demonios, se supone que era un juego. Verlo todo borroso. Pero, ahora ya no lo imagino. Las cosas no son borrosas pero tampoco son claras. ¿Que hay de las cosas que aún no conozco? ¿Cómo distinguirlas?
¿A dónde se habrá ido todo el ruido? La ideas dan vuelta en mi cabeza y, ya no sé.
Que creer.
Imagina que todo esta borroso y que eres parte de ello, sin importar lo que puedas pensar con respecto a ti mismo. No existes y estas en comunion con tu entorno. No importa si no funciona, no importa. Ya hay demasiados vacios en este sitio como para que se apodere de tu interior. Solamente imaginalo, imaginalo y trata de sentir todo sin hacer caso a esa parte de ti que duda. Como sea, ya antes te sentias solo, ya no hay ninguna diferencia.

viernes, 21 de mayo de 2010

Yugo improvisado en huacal.


Yugo improvisado en huacal.
Cargado originalmente por Cuando visite el planeta Tierra...

Te miras rara vez en tu movimiento perpetuo. Nunca eres la misma. Ni tú, ni nadie.
Improvisas más que cualquier otro tus movimientos. Las furtivas pesuaciones para acceso al metro o cualquier parte. Conozco tus pasos. En constante lucha, por conservarte tal y como eres.
A donde quiera que vayas o donde sea que me encuentre.
Eres un todo y te ocultas bien entre una ciudad que por más ajena que te paresca te protege.
Mistico mimetismo en comunión.
La carga es tu fusión con un medio invasor al que te acoplas.
Sigues siendo tierra. Por eso te ocultas. Por eso te niegan.
Nos complementas y proteges.
Eres mujer y madre tierra, madre protectora, fuerza en potencia. Oculto poder creador. Y cargas por todos el yugo de un pecado original que no cometimos, que no nos pertenece y sin embargo, llevas con fuerza. A veces a cuestas.
Siempre de pie. Todos te pertenecemos y bien nos representas mujer. Refugio. Por ser tú.

"Sólo el carga el costal, le sabe su contenido"


"Sólo el carga el costal, le sabe su contenido"
Cargado originalmente por Cuando visite el planeta Tierra...

Los domingos llegan con cansancio. Los pies arden y la espalda seguramente se encuentra dolorida. Hay para quienes no llega el descanzo y, ello mismo significa solamente un instante en que por fin, consigues un asiento en el microbus.
El costal no falla. Incansable al trajín. Por momentos soñoliento. Constante bulto al hombro. Sólo tú conoces la carga. Sólo tú sabes cuanto es el peso.

miércoles, 7 de abril de 2010

vigilante


vigilante
Cargado originalmente por Cuando visite el planeta Tierra...

No puedes con el reflejo de los anteojos opacados de seres deambulando.
No puedes decir nada, nadie te escucha.
Inundas un mundo con tu mirada. Un mundo subterraneo cobija con desdén la elocuente perspectiva que sólo para ti guardas.
Siempre ahí, oculto tras un gesto duro. La mirada fija hacia dentro. Tal vez. Nadie sabe. Nadie te sabe. Sabes bien. Estoico.

Se me ha ocurrido recurrir a tí y preguntarte. Pero juegas bien un rol que no escogiste.
De frente te miro, no sé si te importa, siquiera si te molesta o estorbo en tu visión. Siempre que puedo vuelvo y no dices nada. ¿No quieres?
No puedo conocer la raíz de tu silencio. Las vidas que tienes contadas por pasos. Bobeda del tiempo.
Pendiente de todo, ¿qué sabes de mi?

jueves, 18 de febrero de 2010

La mesita

Nublado el día, el cielo nublado.

La luz entra con dificultad por la ventana, las cortinas se mecen con brusquedad por el viento que penetra sin permiso por el hueco indiscreto, ése, en uno de los costados de la puerta. Jacobo se levanta de la cama sólo para acomodar un trozo de cartón contra el hueco. Forcejea con el frío al dejar la maltrecha cobija sobre el colchón.
El tiempo se detiene, con él, la lluvia que apenas se nota. El sol asoma por un momento. Pronto, el viento nuevamente sopla, las nubes andan y tapan una vez más el sol. Jacobo toma una enorme y destartalada bocina y tranca con ella la puerta. La puerta no sabe ceder ante la insolencia del viento y traquetea con fuerza, golpea, se golpea, amenazando con desplomarse.
Jacobo suelta el cuerpo una vez que se encuentra frente a la cama y cae pesadamente sobre el colchón relleno de trapos, un "mueble" con doble función: de ropero. Levanta los pies, jala rápido la cobija, se tapa y abriga como puede con ella.
Parece ser el día más frío del mes, de la estación, de lo que ha trascurrido del año. Parece que es agua-nieve la que cae sobre el techo de cartón.
Pasan pocos minutos de haberse acostado cuando el gélido viento invade socarrón la pequeña e improvisada casa de nuevo. Las cortinas trasparentan cochambrosas una tenue iluminación fría. De un día largo y frío, sin mañana ni tarde, límbica.
El aire, con la fuerza que el reducido espacio le permite, se arremolina en los rincones alborotando todo lo que puede, ocultandose y enfriando.
Con los dedos de los pies entumidos por los huecos en los calcetines. Jacobo nuevamente se pone de pie; bruscamente toma una silla y la avienta junto a una pequeña mesa y se sienta. Se estira, se acomoda, se encoje, tirita, se levanta y se vuelve a sentar; se encoje contra su propio abdomen mientras toma con ambas manos y tira de sus cabellos, jalando hacia el suelo y ahoga un grito contra sí mismo, contra el tiempo que no puede medir. De pronto, entra nuevamente el viento agitando las cosas, haciendo resoplar su ligera camiseta.
Jacobo no puede más que pensar en todo lo que hasta ahora ha pasado -padecido-, en el terrible futuro que posiblemente le espera si no soluciona sus problemas. Terrible, cuando hasta el momento no puede lidiar con un viento que no lo deja de fastidiar. Entonces se levanta y con un brazo arroja al suelo todo lo que se encuentra sobre la mesita, levanta ésta y la coloca contra la puerta, contra el hueco, contra el viento, contra su destino y las malas desciciones que ha tomado en su vida, la presiona con fuerza y apila todo lo que puede contra el tablón -al que a fuerza de pijas y alambre quemado le fueron empotradas las patas de una vieja litera-, hace una barricada, se atrinchera, le declára la guerra al intempestuoso y karmico clíma.
El diminuto cuarto guarda ya mucho frío, pero Jacobo, una vez más, toma la cobija por los hilachos y se la arroja sobre el cuerpo, se acorruca y aferra a su cuerpo, a ese pequeño mundo que ni siquiera le pertenece, se hunde en su propia piel, escurriendose contra su propio ser. No quiere pensar en nada, en nada, por lo menos hasta que vuelva a entrar violentamente el viento.

domingo, 24 de enero de 2010

Media Luna

Las ocasiones que resultan más latentes en la memoria errante son aquellas que nunca sucedieron.


Es pequeño, muy pequeño. Es un es un espacio reducido, colericamente diseñado para la desesperación del autoconfinamiento.
La habitación mide no más de 2x3 metros. Se encuentra en un rincón. Por ello rara vez se ilumina con la irreverente presencia del sol. No hay humedad. Los muros de ladrillo gris permiten que no se pierda la visión por completo. La diminuta ventana ayuda un poco.

Hay ocasiones en que apilo los libros por autores, o por su tamaño, o por su color, o por su tema, o por lo que se me ocurra. Y después nuevamente comienzo a trasladar. En espacios tan pequeños es fácil perder el tiempo -perderse en el tiempo-, sin darse cuenta que no hay marcha atrás para recuperar aquéllo que nunca se tuvo.
Los carteles prendidos de las paredes observan, acusan, reprochan, inspiran, nunca mienten.
En ocasiones es un alivio asomar la cabeza y ver el cielo despejado; los días lluviosos; las mañanas cálidas. Rara vez se acerca el sol a mi puerta, pero nunca llega. Me gustaría invitarlo a pasar, pero temo que tendría que salir yo. No deseo comprometernos en situaciones incomodas.
La pilas de libros nunca dejan de crecer. La habitación no deja de hacerse cada día más pequeña. A veces, las letras amontonadas detrás de viejos anaqueles en las bibliotecas asemejan diluvianas constelaciones incomprensibles. Ya casi no puedo leer. Es difícil ver más allá de las palabras.

La pequeña ventana nunca miente, siempre tan parlanchina. Las noches se acercan sigilosas, paso a pasito. Detesto que siempre me tomen desprevenido, siempre eventajan.
Las siluetas del patio alucinan cosas que no existen. Lo ecos por los pasillos cuentan detalles que en ocasiones prefiero olvidar. La penumbra que se escurre desde la calle hasta mi puerta me hace huir del pequeño refugio.
La noche, La noche nunca a sido discreta, cuenta todos los detalles, nada guarda. No, no hay crimen perfecto.
El rostro pálido de la dama nocturnal no siempre asoma. No se detiene. El rostro sincero que veo cada que puedo. Siempre tan pendiente.

Es difícil surgir cuando el ruido absorbe con fieresa la actividad del día. Las ropas se desplazan por calles, entre vehículos. Abordan gente, sitios, donde permanecer. Los vidrios reflejan las cosas que aún no suceden que, no pertenecen a este tiempo. Mi reflejo siempre lo comenta, no sabe hablar de otra cosa. Los rostros no pronuncian palabras que sean entendibles. Los cuerpos seducen con hábil gracia al sufrimiento de vivir este sitio. Estas manos se quejan de todo, no quieren decir nada. En la nada se han escondido un largo tiempo. Ahora, sólo asoman de vez en vez, igual yo.

La noche me es agradable, los ruidos son aún más sonoros que durante el día, pero se distinguen, se donde me hallo.
Los libros abren puertas desconocidas todo el tiempo; siempre hablando de todo, tantas cosas que es dificil comprenderlas. Las pilas llegan hasta ése ultimo recuerdo, aquél que mentí.

Los luceros en cielo abismo se dibujan, como unir los puntos, sin sentido, sin forma. Apuntan siempre hacía abajo. Incompleto estoy. La mirada fija hacia la nada, la inmensidad misma. La luna, mocha, muestra impudica su incompleta figura. Como carcajeada y moribunda. De perfil.
Miro, siempre mirando el cielo por las noches. Buscando siempre lo extraviado, esos recuerdo perdidos en la boveda surcida de verdades ficticias. Buscando en el rostro de la luna, que apenada no me mira, se distancía, se niega a admitir que nunca ha dicho nada, que sólo se limita a observar, que la memoria de toda una vida jámas sucedio.
Inclinada se niega, me niega. Simplemente observa.
Los libros no mienten mientras se acompañan apilados en rincones. Se asoman por la diminuta ventana que corre la cortina con delicadeza mientras la oscuridad cobija cuerpos entumecidos.
De lado, la luna no niega su ser u otros seres. La habitación aún más reducida, se abre y guarda, dentro hay más costelaciones. Las letras no mienten, y la Luna, aún a medias, guarda secretos que susurra en ocasiones, de memorias pasadas. Cuenta lo recuerdos que no son ciertos.